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Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac

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Paisaje


Autor Kim Castells

Autor Kim Castells

El paisaje del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac es el resultado de la interacción de los elementos estructurantes abióticos: el agua, el clima y el suelo. En este sentido podemos considerar en Sant Llorenç del Munt i l'Obac la existencia de tres grandes unidades de paisaje, que, definidas por los elementos abióticos, presentan un paisaje integrado también por los elementos bióticos y antrópicos.


Estas tres unidades paisajísticas son: El paisaje de las cumbres, por encima de los 700-800 m, donde la acción del clima y del agua ha originado una facias característica: canales, paredes y crestas. El paisaje de las vertientes medias, entre los 700-800 m y los 300-400 m, que corresponde a relieves en conjunto más suaves en disposición de grada ancha cortada perpendicularmente por los torrentes y rieras. Abundan las formas ruiniformes montserratinas, menos esbeltas que las de Montserrat en relación al sistema de diaclasis. Y, finalmente, el paisaje de las vertientes inferiores y pies de montaña, por debajo de los 300-400 m, que de hecho no comportaría importantes variaciones en el paisaje potencial, si no fuera por la acción del hombre, que ha originado profundos cambios. En este sector, la fácil accesibilidad de la llanura, las pendientes generalmente suaves y la abundancia de los suelos aptos para el cultivo, así como la proximidad a los núcleos urbanos, ha hecho que el hombre haya intervenido en las formas del relieve y haya provocado la desaparición prácticamente total de la vegetación, hecho que ha comportado que la agresividad erosiva de torrentes y rieras origine cerros de paredes verticales y fuertes encajamientos en la red fluvial.

El paisaje de las cumbres

La altitud (por encima de los 700-800 m) origina en este sector un matiz importante en el clima mediterráneo que domina todo el territorio: la reducción de las temperaturas y el aumento de las precipitaciones. Las temperaturas medias se sitúan alrededor de los 11ºC y las precipitaciones anuales por encima de los 800 mm. Los días secos de verano quedan reducidos al mes de julio y hay gran cantidad de días nublados y frecuentes nieblas. Las temperaturas mínimas en invierno, especialmente de diciembre a febrero, ocasionan heladas con regularidad.



La litología está constituida por conglomerados con pequeñas intercalaciones de asperones que originan relieves de tipo montserratino, con diaclasa colocada de manera que da formas gruesas pero de gran atractivo estético. La permeabilidad es importante, lo que contribuye a un escurrimiento del agua superficial muy acusado y rápido.


Los duelos pueden evolucionar poco en relación a la roca y las pendientes que pueden superar con frecuencia el 50% y llegar a paredes del 100%, no solamente en los castillos de roca, sino también en los canales.


La vegetación potencial de este sector corresponde al encinar montañoso (Querceto mediterraneo montanum) con predominio de la encina (Quercus ilex) y plantas mesófilas no acidófilas como el madroño (Arbutus unedo). Entre las encinas se ha introducido algún roble pubescense (Quercus humilis) y algún pino albar o silvestre (Pinus sylvestris).


La acción antrópica de este sector está vinculada a la presencia del monasterio de Sant Llorenç (explotación agrícola), especialmente de la viña en el siglo XIX y del bosque (carbón), que habría favorecido la encina respecto al roble. Actualmente, abundan las plántulas de roble.


Entre estas características generales se pueden distinguir una serie de facias, unas de carácter natural y otras que representan distintos momentos de la evolución del paisaje. Destacaremos las que consideramos más importantes:
 

 

1.1 Los canales
 

El territorio está dividido por una serie de canales o valles estrechos como los de Santa Agnès, del Llor, de la Font Freda, etc., con paredes que pueden llegar a los 150 m y casi verticales. Este tipo de relieve origina un topoclima muy húmedo y protegido, de forma que las temperaturas están atenuadas tanto en verano como en invierno y el viento también queda bastante reducido. Las pendientes acusadas permiten una fuerte erosión del suelo retenido, solo cuando la vegetación está bien desarrollada y el recubrimiento del suelo es elevado. La vegetación característica de estos sectores es el avellano (Corylus avellana) que se mezcla con boj (Buxus sempervirens) y anémona (Anemone nemorosa).
 

 

1.2 Las paredes
 

En relación con su estructura y su sistema de diacal, Sant Llorenç origina un conjunto de paredes de conglomerado que de lejos parecen peladas del todo. Si nos acercamos y buscamos con detalle, podremos comprobar que la vegetación rupícola y fisurícola es abundante. Estas plantas pequeñas como la arenaria (Arenaria conimbricensis) entre otras, aprovecha las pequeñas formaciones en los suelos de los restos y de las grietas así como del agua atmosférica y de las nieblas. Constituyen un elemento de contraste tanto por el color como por las formas de una elevada atracción estética.
 

 

1.3 Las crestas
 

Las divisorias de agua, en este paisaje culminante, presentan características de paisaje diferentes en relación a la falta de agua que se escurre rápidamente y con la importancia del viento que impide el desarrollo normal de los elementos bióticos. La vegetación queda reducida a prados culminantes que no tienen nada que ver con los prados alpinos y en los sectores más privilegiados aparecen formas caméfitas o pequeños arbustos mediterráneos típicos, como el romero (Rosmarinus officinalis), el tomillo (Timus vulgaris), la lavanda (Lavandula stoechas), etc.

 


1.4 Las altas vertientes orientadas al NO
 

Este sector constituye una unidad de paisaje definida por unas pendientes relativamente suaves que permiten la constitución de un suelo forestal bastante rico y un recubrimiento vegetal del 100%. El árbol dominante es el roble pubescente (Quercus humilis) que puede superar los 15 m. Estos robledales aprovechan el topoclima de las vertientes orientadas al NO, bastante frescas y húmedas con algunos rasgos continentales. En el sotobosque aparece como planta dominante el boj. Estos bosques son frescos y sombríos, aunque por la acción antrópica han quedado muy reducidos y, en cierta manera, empobrecidos.

 


1.5 Vertientes orientadas al N
 

Situadas al pie del Montcau, son las vertientes más frescas y húmedas de todo el macizo. La vegetación que las recubre está constituida por robledales de robles de hoja grande (Quercus petraea). En la actualidad, estos bosques han sido también alterados por la acción del hombre, que ha favorecido la introducción de otras especies de roble (pubescente y silvestre) así como algunos ejemplares de encina. De estos, no se encuentra prácticamente ninguna plántula, tendiendo en consecuencia a desaparecer.


En el paisaje, esta unidad se extiende por las vertientes surcadas de pequeños valles paralelos, de perfil longitudinal suave en relación con la homogeneidad del conglomerado de este sector. Los suelos forestales son de lo más desarrollados del macizo de Sant Llorenç, poco ricos en carbonatos y muy arcillosos.

 


1.6 Altas vertientes del NE
 

En las vertientes orientales al N y un poco al NE abiertas, hacia la cuenca del río Ripoll, predomina el bosque de pino silvestre (Pinus silvestris) mezclado con el pino negral (Pinus nigra) así como en los sectores más frescos aparece el roble pubescente y algún ejemplar de encina. El recubrimiento es alto y con frecuencia llega al 100%. Donde no es así, los efectos de la erosión hídrica sobre el suelo son muy marcados.

 

El paisaje de las vertientes medias

Este sector de Sant Llorenç del Munt, definido entre los 700-800 m y los 300-400 m, corresponde a relieves en conjunto más suaves que los más altos, en disposición de grada ancha cortada perpendicularmente por torrentes y rieras.



La litología corresponde al mismo tipo de conglomerado que los sectores superiores, con intercalaciones de asperones que adquieren más importancia. Abundan las formas ruiniformes montserratinas, menos esbeltas que las de Montserrat en relación con el sistema de diaclasis. El clima de esta zona se puede definir como típicamente mediterráneo con temperatura media alrededor de los 15ºC y precipitaciones anuales que no superan los 600 m. La sequedad en verano es más acusada y más prolongada ya que se mantiene desde julio hasta mediados de septiembre. El carácter torrencial de las lluvias de otoño ocasiona la formación de numerosos raudales que encajan profundamente.



La vegetación potencial de esta unidad de paisaje sería, en general, el encinar mediterráneo (Quercetum ilicis galloprovinciale) del que quedan algunas zonas bien formadas y conservadas, aunque no muy extensas.



La acción antrópica es más importante y más acusada que en el caso anterior, en relación con el número de explotaciones agrarias tradicionales establecidas a partir de la Edad Media, en relación al papel de refugio para la población que a través de la historia ha representado la montaña en momentos determinados. A partir de la fundación del monasterio de Sant Llorenç, todos los sectores cultivables fueron ocupados por la agricultura, iniciándose una explotación agraria de todo el conjunto del macizo. Las masías, que dependían básicamente del monasterio, se localizan en los sectores de suelos aluviales que permiten los cultivos. Las más importantes las encontramos en la cuenca de la riera de Arenes, en el río Ripoll, del valle de Santa Agnès, y Vall d'Horta, entre otros, entre los 525 y los 700 metros. En un principio, tenían un claro carácter de explotación autárquica que pronto evolucionó hacia la explotación de la viña y otros cultivos mediterráneos, la explotación de los bosques, especialmente del carbón de encina y leña. En el siglo XIX, en relación con el problema de la filoxera, las viñas se multiplicaron de manera que todas las vertientes que lo permitían se cubrieron de haces con paredes de piedra seca que fueron escalando la montaña llegando a los 900 metros. De este paisaje agrícola que transformó profundamente el natural quedan abundantes testigos bajo el bosque actual.



Posteriormente al abandono de la viña, se procedió a la plantación de bosques de pino, generalmente pino carrasco de crecimiento rápido y fácil explotación de la madera de calidad media. En algunos sectores, se plantó el pino negral que se extendió muy rápidamente en el espacio más apropiado a sus exigencias ecológicas.



Los resultados de esta transformación del paisaje natural fueron la constitución de una serie de unidades del paisaje antropizado más o menos alejado del paisaje natural y del potencial que significaban diferentes momentos de la evolución hacia un nuevo equilibrio.



Las facias que tienen más representatividad son:

 



2.1 Las vertientes medias del noroeste y de noreste
 

La explotación intensa del encinar para la producción de carbón ha conducido a la transformación del bosque primitivo en pinares carrascos en momentos diferentes de la evolución y en estados muy contrastados. Mientras sectores presentan un bosque relativamente denso de pino con un sotobosque propio del encinar con encinas tanto en estado arbustivo como en el de medida herbácea, lo que indica la regeneración del bosque potencial, este sotobosque muy denso evita la erosión que queda bastante reducida, a pesar de la pendiente, los otros son bosques claros y pobres con sotobosques de maleza y fuerte erosión.

 



2.2 Las vertientes medias orientadas al sur y al sureste
 

En estos sectores en los que la orientación acentúa la importancia de la radiación solar y consecuentemente de la evapotranspiración de la vegetación, casi no se puede hablar de bosque bien constituido sino de maleza arbolada con pino carrasco. La reducción de la sombra que proporcionan los árboles, favorece al establecimiento de especies más heliófilas, que constituyen el pobre sotobosque de los clareados pinares de pino carrasco. Muchas de estos espacios son, por otro lado, los más frecuentados por la población de los núcleos próximos que buscan lugares de distracción. La erosión es muy importante de manera que es frecuente ver las raíces de los árboles.

 



2.3 Las vertientes medias orientadas al norte
 

A principios del siglo XX estas vertientes fueron replantadas con pino negral(Pinus nigra), básicamente para la explotación de la madera. Su carácter submediterráneo permitió una buena adaptación a estos sectores más sombríos expansionándose y mezclándose con otras especies de pino. El sotobosque de estos bosques de pino negral corresponde al del encinar montañoso, pero con una proporción elevada de plantas mediterráneas más propias del encinar mediterráneo típico con plántulas de encina y de roble pubescente. Es un bosque muy bonito y con determinados sectores bien conservados que hay que mantener y mejorar.
 

 

2.4 Las torrenteras y rieras


Las abundantes torrenteras que surcan estas vertientes representan sectores lineales con disposición de agua generalmente subálbea que puede ser aprovechada para la vegetación. Pese a todo, las avenidas son de una gran pobreza de suelos ya que éstos son arrastrados periódicamente hacia las áreas inferiores. La vegetación es pobre y se reduce a una comunidad pionera de encinar montañoso, la del roldón y el zarzal (o sea el Rubo-coriarietum) con lianas como la zarzamora (Rubus ulmifolius), la rosa (Rosa canina) y otras plantas como el roldón (Coriaria myrtofolia). Este tipo de vegetación dispone de un sistema radical capaz de penetrar entre los guijarros y llegar a los sectores más húmedos del suelo.

El paisaje de las vertientes inferiores y pies de montaña

Las zonas más bajas, por debajo de los 300-400 m, se tienen que considerar como las que constituyen la tercera gran unidad de paisaje de Sant Llorenç.

El clima mediterráneo es aquí más seco y cálido que en el tramo medio de la montaña, las precipitaciones se sitúan alrededor de los 500 mm anuales y las temperaturas medias se mantienen alrededor de los 15ºC.

La litología es más variada ya que aparecen, además de la alternancia de conglomerados y margas, afloramientos más antiguos (paleozoicos y triásicos) de pizarras, esquistos, granitos y calcáreas y otros más recientes (cuaternarias) a los que, conjuntamente con los propios de los ríos y torrenteras que tienen aquí más importancia, se añaden los materiales de pie de montaña en forma de mantos coluviales.

Estos hechos no comportarían importantes variaciones en el paisaje potencial, que continuaría siguiendo el encinar mediterráneo o encinar con tino. En este sector, la fuerte acción del hombre ha originado profundos cambios, como la fácil accesibilidad desde la llanura, las pendientes generalmente suaves y la abundancia de suelos aptos para el cultivo, así como la proximidad a los núcleos urbanos ha sido la causa de la profunda y variada transformación del paisaje que ha hecho aparecer un conjunto variado y contrastado, con frecuencia muy alejado del potencial. El hombre ha intervenido en las mismas formas de relieve; la desaparición prácticamente total de la vegetación ha conducido a que la fuerte agresividad erosiva de torrentes y rieras originen cerros de paredes verticales y fuertes encajamientos en la red fluvial.

Las facias o tipos de paisaje que más destacan están relacionadas con los usos y grados de transformación antrópica. Las unidades más importantes son:


3.1 Las urbanizaciones

Los sectores más profundamente alterados corresponden a las urbanizaciones que ocasionan, no solamente modificaciones en la misma topografía, sino profundos cambios en la repartición de agua superficial. Asfaltar el pavimento y convertirlo en totalmente impermeable hace que las aguas vayan a parar a determinados puntos ocasionando nuevos y recientes sectores de erosión especialmente si las conducciones no son del todo correctas.

Las urbanizaciones concentran poblaciones en el paisaje más o menos natural, ocasionando acumulaciones de basuras y destrucción del sotobosque verde, aumentando el material fácilmente inflamable y causando muchos de los incendios forestales con el consiguiente peligro para la población de la urbanización.


3.2 Los campos de cultivo

En este sector aún quedan cabezas de cultivo funcionales en las que se labran cultivos prácticamente residuales, siendo muchos los que han sido abandonados y se han cubierto de plantas pioneras. Los campos actuales presentan un paisaje marginal en vías de desaparición que necesita una transformación rápida hacia otras funciones de interés actual.

 

3.3 La vegetación residual

La maleza de romero y brezo en invierno ocupa importantes sectores en relación con campos abandonados allí donde el bosque ha sido destruido totalmente. A veces, como ya hemos dicho, esta maleza constituye el sotobosque de un pinar despejado. La presión constante de la población, que la considera un sector de recreo, impide toda evolución natural de esta vegetación.

 

3.4 Las áreas quemadas

Las zonas de vegetación residual han sido las más afectadas por los incendios que se han propagado, con frecuencia, a otras con vegetación mucho más rica y un mejor estado de desarrollo. Los incendios, que tienen un historial conocido en el ámbito mediterráneo, han conseguido recientemente una intensidad muy fuerte afectando sectores muy importantes tanto por su calidad como por su extensión. El aumento de las actividades de ocio y la disminución de la vigilancia debido al abandono de las masías y cultivos ha ocasionado este aumento, junto con los problemas climáticos temporales. La falta de posibilidades para apagar un fuego pequeño de manera inmediata es en realidad el problema más importante. Una extinción rápida del fuego es el único remedio eficaz.

En este sector, el estudio de la forma para poder regenerar la vegetación lo más rápidamente posible es la mejor manera de evitar la erosión de un suelo que ocasionan las lluvias que inciden directamente, alargando de manera extraordinaria el tiempo natural de recuperación.