El Patrimoni cultural immaterial del Montseny

Fase 3: ejecución


La identificación de los elementos que forman parte del patrimonio cultural inmaterial debe hacerse sobre la base de tres procesos diferenciados, pero que lógicamente están interrelacionados y al menos en parte tienen que irse desarrollando simultáneamente: la documentación, el trabajo de campo y la participación comunitaria.

Documentación


Aunque conviene empezar por esta tarea, para recoger el máximo de información posible ya publicada sobre el patrimonio cultural inmaterial de la zona de estudio, en realidad se mantiene también durante todo el proceso. Efectivamente, a medida que durante el trabajo de campo oa través de la participación ciudadana se identifican nuevos elementos, a menudo hay que ir a buscar información complementaria que ayude a entenderlo y eventualmente comprobar algunos aspectos.

Hay que tener muy en cuenta que la documentación de que se dispone no puede ser el fruto de una visión derivada del concepto de patrimonio cultural inmaterial establecido por la Convención, sino de visiones diversas sobre esta realidad que tienen más que ver con la etnología, los estudios locales, el folclore, la cultura popular y tradicional, etc Por lo tanto, los conocimientos y prácticas detectados durante la documentación no pueden considerarse automáticamente como elementos del patrimonio cultural inmaterial, sino que deben pasar por el filtro que implica la definición de la Convención. 

La experiencia del Montseny 

Entre los años 1995 y 1999, el Museo Etnológico del Montseny había llevado a cabo un inventario del patrimonio etnológico del Montseny, en el marco del Inventario del Patrimonio Etnológico de Cataluña impulsado por el Centro de Promoción de la Cultura Popular y Tradicional Catalana. El Museo puso a nuestra disposición todo el material acumulado y se contó también con el apoyo del Centro de Documentación del propio Museo. Esto facilitó en gran medida la tarea de documentación, que sin embargo se completó con la visita a otros centros de documentación y la investigación y la consulta de fuentes más recientes. 

De esta fase de trabajo se derivó una lista de más de 500 posibles elementos, para los que había que comprobar si podían ser considerados patrimonio cultural inmaterial o si podían ayudarnos a identificar algún otro elemento. 

Por eso recomendamos: 

  • Que se invierta el tiempo necesario en la fase de documentación antes de iniciar el trabajo de campo, sin detrimento de que durante todo el proceso de inventario se vaya recogiendo toda la documentación nueva que pueda surgir. 
  • Que se tengan en cuenta todas las posibles fuentes de información de las diversas categorías de patrimonio cultural inmaterial, especialmente de los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, que suelen estar menos bien documentados y en cambio son de especial interés en una reserva de la biosfera. 
  • Que se tenga en cuenta toda la información que pueda ser útil a la hora de definir la contribución de un elemento al desarrollo sostenible. 
  • Que antes de iniciar el trabajo de campo se analice bien la información recogida y se haga una primera lista de posibles elementos, con los aspectos fundamentales que habrá que comprobar.

Trabajo de campo


El trabajo de campo es el trabajo que debe hacerse sobre el terreno, visitando la zona, viviendo, asistiendo a actos y fiestas, hablando con la gente, entrevistándose la. Es lo que permite tener un contacto directo con las expresiones culturales, con los usos y las costumbres, con las personas que poseen conocimientos y habilidades. Esta parte vivencial, de observación personal, de percepción sin intermediarios, puede contribuir en gran parte a resolver las dudas sobre los aspectos que hacen referencia al sentimiento de identidad oa la consideración como patrimonio cultural inmaterial. Pero hay que ser conscientes en todo momento de la carga de subjetividad que conlleva esta parte práctica y, por tanto, tenemos que intentar objetivar al máximo las conclusiones que podamos extraer. 

En la medida que nos queremos adentrar en la manera de vivir y en las expresiones culturales de una comunidad, el conocimiento previo que podamos tener de aquella comunidad y de las personas que la forman nos permitirá asimilar más rápidamente y con mayor facilidad la información que vamos captando durante el trabajo de campo. En este sentido, la presencia en el equipo de trabajo de una o más personas que sean miembros de la comunidad, además de ser expertas en el campo de la antropología, la historia o el medio ambiente, contribuirá a sacar mayor rendimiento el trabajo de campo. 

El trabajo de campo debe durar al menos un año para poder cubrir todo un ciclo natural, porque muchas prácticas se repiten anualmente y están en función de las estaciones o del calendario. Ahora bien, difícilmente el trabajo de campo durante un año podrá abarcar todos los elementos que se hayan documentado, máxime si tenemos en cuenta que a menudo hay que generar un clima de confianza con las personas antes de poder obtener la información que nos interesa, lo que puede implicar tener que hacer más de una visita para un mismo elemento o persona. Por todo ello es recomendable hacer una buena planificación, que priorice los elementos sobre los que se debe trabajar, teniendo también en cuenta el objetivo de las reservas de la biosfera de contribuir al desarrollo sostenible.

La experiencia del Montseny 

El trabajo de campo lo llevaron a cabo las tres personas contratadas: una antropóloga, un historiador y un ambientólogo. La primera antropóloga que participó fue sustituida por otra al cabo de unos meses, mientras que el ambientólogo estuvo de baja por enfermedad durante cinco meses, unos hechos que alteraron la dinámica de trabajo y la ejecución de las varias fases.

Por otra parte, en el momento de comenzar el trabajo de campo no se había definido aún con detalle toda la información que se quería recoger, porque la concreción de los aspectos metodológicos duró más de lo previsto. Además, se dio mucha autonomía al equipo que lo llevaba a cabo, una decisión que al principio supuso algunos problemas de coherencia entre la teoría y la práctica, pero que permitió avanzar al ritmo necesario. 

La colaboración de dos instituciones del territorio como la Reserva de la Biosfera y el Museo Etnológico del Montseny ha facilitado en gran medida la identificación y el acceso a las personas que podían servir de informantes, porque gozan de un reconocimiento social que facilitaba la participación de los interlocutores. En este aspecto también nos dirigimos a los ayuntamientos para que designaran interlocutores que nos pudieran ayudar a resolver aspectos concretos durante el trabajo de campo, pero posiblemente la petición fue demasiado formal y distante, y no propició una respuesta masiva. 

La elevada cantidad de posibles elementos documentados, más de 500, y la dedicación prevista del equipo de trabajo de sólo media jornada, implicaba realizar más visitas de las que podía asumir el equipo de trabajo, por lo que nos vimos obligados a dividir este equipo y que las visitas corrieran a menudo a cargo de sólo una persona. Antes de comenzar el trabajo de campo se hizo una primera selección de elementos que era indispensable verificar sobre el terreno, pero la propia dinámica del proceso hizo que surgieran nuevas posibilidades de visitas o entrevistas que podían enriquecer el inventario. Al final de cada mes, las personas que realizaban el trabajo de campo enviaban a los coordinadores del proyecto una relación de las visitas y salidas que habían hecho durante ese período, donde se recogía igualmente si había intervenido el equipo técnico de grabación de imágenes y de sonido. 

De las 99 visitas que se hicieron durante el trabajo de campo, en 35 ocasiones se hicieron grabaciones de imagen y de sonido. Se contrató a una empresa especializada para que realizara este trabajo, que llevaba a cabo una persona equipada con una cámara, siempre acompañando al equipo de trabajo de campo. Además, también se documentaron fotográficamente algunos de los elementos estudiados durante el trabajo de campo, una tarea que asumían los mismos investigadores. Todo ello ha permitido disponer de un material gráfico muy útil, no sólo para la difusión de los resultados, sino también como base para posteriores estudios o acciones de salvaguarda. Sin embargo, la falta de indicaciones claras de los responsables del proyecto sobre qué y cómo convenía documentar gráficamente, ha hecho que no siempre queden reflejados algunos aspectos fundamentales del patrimonio cultural inmaterial, especialmente la implicación de la comunidad y la transmisión.

Por eso recomendamos: 

  • Que el trabajo de campo no empiece hasta que los aspectos metodológicos se hayan concretado. 
  • Que la dirección ejecutiva haga un seguimiento directo del trabajo de campo y participe en alguna de las visitas que se lleven a cabo, a fin de garantizar la adecuación a los objetivos generales del proyecto. 
  • Que se procure que las visitas las haga todo el equipo de tres especialistas, porque podrán captar información de tipo diferente. 
  • Que el trabajo de campo se centre en recoger la información necesaria para elaborar el inventario, especialmente aquella que permita asegurar que el presunto elemento adecua a la definición de patrimonio cultural inmaterial que hace la Convención. 
  • Que se intente documentar gráficamente, con fotografías, grabaciones sonoras y si es posible con videos, el máximo de elementos posible. 
  • Que se reflexione sobre los aspectos que se quiere documentar gráficamente y/o sonoramente, y que se transmitan las decisiones de manera clara a las personas responsables del trabajo de campo y de la grabación audiovisual.

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