Plaza de El Repòs
La serenidad de este tranquilo rincón de Sant Miquel del Fai da un nombre bien merecido a la plaza. El lugar invita a un momento de quietud a todas las personas que visitan el paraje. Lo hace en compañía de Josep Pla, recordado con una estatua de bronce del artista Tomàs Atienza. La escultura, sentada en un banco de piedra, nos recuerda que estos paisajes fueron fuente de inspiración de algunos escritos de Pla. Resulta difícil no sentarse a su lado para meditar, recordar o simplemente quedarse embelesado.
En 1971, Josep Pla se refería a Sant Miquel del Fai en su Guia de Catalunya y, con su habitual tono burlón y afilado, comentaba:
En Sant Miquel del Fai hay un edificio que fue cenobio y una cascada. Este accidente es producido por el río Tenes, que nace en La Collada, cerca de Collsuspina, a 935 m sobre el mar. Hasta el Molí de Llobateres, aguas abajo de Sant Quirze Safaja, corre por un valle relativamente abierto, pero, a partir de este punto, penetra en una profunda hoz, formando uno de los paisajes más abruptos de la comarca, y acaba saltando, después de que se le haya unido un afluente, el Rossinyol, por las cascadas de Sant Miquel del Fai. En la parte baja de Cataluña no se puede decir que abunden las cascadas. Sin embargo, como debemos tener de todo, Sant Miquel del Fai se encarga de producir la cascada, que es una atracción muy curiosa.
El país es inesperado. Se trata de una incisión profunda en forma de V hundida entre paredes verticales de una soberbia altura. Abandonamos la carretera y, a pie, por un camino (malo), llegamos al lugar memorable. Un puente viejo nos condujo hasta el mirador abierto en la roca viva. Desde allí, vimos el viejo cenobio, que hoy es un hotel suspendido en la montaña, unos agujeros abiertos en el muro rocoso y, al fondo, un valle muy estrecho, con muchas golondrinas que lo sobrevolaban trisando. Lo que no vimos por ninguna parte fue la cascada. Ante tal contrariedad, interrogamos a una mujer del país, y esta me dijo:
—La cascada existe, pero solo funciona los domingos. Hoy es miércoles. ¿Lo comprende? Usted ha venido en un mal día.
Quedé estupefacto. Nunca hubiera sospechado la existencia de cascadas de horario fijo, intermitente y semanal. La impetuosa descripción de la cascada hecha por Víctor Balaguer ―pienso— ha quedado muy malparada.
—Entonces esta es una cascada semanal, como las revistas ilustradas y los partidos de fútbol —le dije a la mujer—.
—Si usted fuera maestro y hubiera venido con los niños o niñas de la escuela, no quiero decir que no se la hubieran enseñado. Lo suelen hacer cuando estos llegan con sus maestros. De lo contrario, la cascada solo funciona los domingos, cuando hay gente, porque sería una lástima que los que suben para verla se quedaran con las ganas.
—Esta es, pues, una cascada semanal corregida por las exigencias de la pedagogía. Es divertido...
—Se ve que usted se divierte con muy poca cosa —me dijo la mujer—. Aquí hay poca agua y la poca que hay la necesitamos para regar y generar un poco de electricidad. Ahora no se puede vivir sin electricidad. Pero el caso es que no quiere llover, así que no habrá cascada ni los domingos ni para los niños y niñas de los colegios. Si no llueve, no hay cascada...
Y no pude ver la cascada de Sant Miquel del Fai. Es un accidente geográfico que está agonizando.
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