Historia/Ocupación humana


La presencia humana en la Cordillera litoral no ha podido certificarse durante el paleolítico. Sin embargo, los bancales del río Mogent podían haber sido un hábitat adecuado para establecer campamentos de caza. Los primeros vestigios son del neolítico medio reciente (3500-2500 a.C.), caracterizado por la cultura de los sepulcros de fosas de inhumación individual, de los que quedan restos en Cal Metge (Montmeló) y en la fosa de Can Cues (Alella). Del neolítico final calcolítico (2200-1800 a.C.), cuyo elemento más destacable es el megalitismo, encontramos las grandes galerías catalanas de Can Gol I, las pequeñas galerías como el dolmen de Can Planes, y algunas cámaras simples y cistas como Can Gol II (la Roca del Vallès) o el dolmen de la Roca d'en Toni (Vilassar de Dalt). El último elemento a destacar de este período es la presencia de pinturas rupestres en el gran bloque granítico de la Pedra de les Orenetes (la Roca del Vallès), en la que se ven representadas unas figuras rojizas y una figura humana central. También encontramos restos del neolítico en Vilassar de Dalt (Coves d'en Pau y de la Granota).


La Cordillera litoral se enmarca en el territorio de los layetanos, en el que encontramos numerosos testimonios de establecimientos ibéricos. A estas alturas podemos afirmar sin lugar a dudas que en ese momento histórico hubo un sistema social organizado que tenía como espacio vital la cordillera. La conexión visual entre los diferentes poblados del Vallès y el Maresme así lo demuestra: Burriac (Cabrera de Mar), Céllecs (la Roca del Vallès), Sant Miquel (Montornès del Vallès), la Cadira del Bisbe (Premià de Dalt), Órrius, el Far, etc. Los íberos tenían una economía basada en los cereales y una completa organización social. El núcleo ibérico principal en la zona era Burriac, situado en un lugar elevado, fácilmente defendible, y que, con sus 10-15 ha era uno de los más grandes de Cataluña. Iniciado hacia el siglo IV a.C., el momento de mayor esplendor fue el siglo II a.C., cuando exportaban vino y acuñaban monedas que llamaban Iluros.


Hacia el siglo I a.C. se produjo un proceso de abandono del poblado hacia el llano, producto del sistema socioeconómico impuesto por los romanos. La característica principal de la dominación romana fue la erradicación de los lugares elevados y la concentración de los habitantes en el llano. La presencia romana, especialmente en la zona del Maresme, fue muy importante, tal como lo demuestran las villas romanas -como por ejemplo Can Sentromà (Tiana), la vía romana que atraviesa el Coll de Parpers, etc. Disponemos de pocos datos de la transición de la época romana hasta el siglo X, pese a que la estructura de villas quedó muy reducida, y nos encontramos frente a una organización social de supervivencia.


Hacia el siglo X encontramos ya documentados algunos de los municipios actuales, como la villa de Martorelles, Villazari (Vilassar de Dalt) y Primiliano (Premià de Dalt), o referencias de la casa de Sant Vicenç a Vall de Romanas. Y lo mismo podemos decir de las pequeñas iglesias y capillas, hecho que denota un establecimiento más importante en el territorio y un ambiente más favorable para la economía. El Baix Maresme, aparte de los pueblos de Tiana, Montgat, Alella y Teià, de jurisdicción real, fue dominio de dos castillos: el de Mata y el de Sant Vicenç o Burriac, y, en la zona del Vallès, el de la Roca del Vallès.


A mediados del siglo XVI el censo de las poblaciones no parecía demasiado importante. De esta época destaca la necesidad de erigir sistemas de vigilancia y protección contra los desembarcos piratas, tal como evidencian algunas fortificaciones como la torre de defensa de Can Maians, en Vilassar de Dalt. Durante el siglo XVII, el cultivo de la vid y los cereales fueron notables. Hacia 1790, el vino de Vilassar de Dalt, Teià, etc. fue definido por el viajero Zamora como uno de los mejores de la costa. La búsqueda de agua y su aprovechamiento, como nos demuestran las concesiones de agua del siglo XVIII -según los registros del Patrimonio Real- hechas en Alella, Tiana, Teià, Argentona, etc. supuso un esfuerzo esencial para revitalizar la agricultura de la zona. La cordillera volvió a ser un espacio importante durante las guerras carlistas


Los siglos XIX y XX, marcados por la llegada del tren, que recorría ambos lados de la cordillera, supuso una importante transformación tanto de los pueblos del eje del Besòs como de la costa. Aun así, los poblados de segunda línea, más situados en la sierra, continuaron siendo villas agrarias. (Lo cual no implica, en absoluto, que se escaparan de la transformación social que la industrialización introduciría en todo el país, como lo demuestra la presencia de una poderosa organización de obreros del algodón entre 1872 y 1893 en Vilassar de Dalt.)


A principios del siglo XX, con la aparición del fenómeno del veraneo, algunos de los municipios de la sierra se beneficiarían de ello, aunque la máxima concentración se daría en la costa. Este fenómeno adquiriría un gran impulso a partir de los años 60 y lograría su punto álgido hacia finales de los 80. Hoy, la Cordillera litoral se ha convertido en el gran parque verde entre el Vallès y el Maresme. Por esta razón, su protección, iniciada por voluntad de algunos ayuntamientos de la zona, culmina con la creación, el 15 de mayo de 1992, del Consorcio de Protección y Gestión del Espacio Natural la Conreria-Sant Mateu-Céllecs, posteriormente ampliado con la denominación de Parque de la Cordillera Litoral.

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